top of page

Thymus Vulgaris (2025-2023). 

Thymus vulgaris es una instalación sonora interactiva que traduce los biodatos de un parterre de tomillo —una superficie viva de 150 x 120 cm construida en metacrilato transparente que permtire ver la evolución del sustrato— en un entorno sonoro en permanente transformación. La obra establece un diálogo entre tecnología, biología y territorio, invitando al visitante a participar de una experiencia de escucha amplificada, donde las fluctuaciones bioeléctricas de las plantas se convierten en materia audible y manipulable. Mediante el contacto físico con el tomillo y la alteración lumínica del espacio, el público interviene en la producción sonora, modificando la respuesta de las plantas y, con ello, la composición del paisaje acústico generado. Esta interacción convierte el acto de escuchar en una práctica relacional: una cohabitación entre el cuerpo humano, la máquina y la materia vegetal. El visitante no contempla la obra desde la distancia, sino que se incorpora a su ecología técnica como agente activo en un sistema de retroalimentación sensorial.

Territorio, memoria y conflicto

El proyecto parte de una investigación territorial en torno de la Timoneda de Alfés (Tomillar de Alfés), en la comarca del Segrià (Lleida), un enclave que condensa un siglo de tensiones entre los usos productivos, militares y ecológicos del paisaje. Originalmente tierras de cultivo, el espacio fue expropiado por el Estado durante el siglo XX para la construcción de un aeródromo militar. A partir de ese momento, la topografía y las prácticas sociales del lugar se vieron profundamente alteradas, quedando el territorio marcado por la huella de la ocupación y el control. Con el paso del tiempo, el antiguo aeródromo pasó a ser objeto de disputa entre entidades ecologistas y el Real Aeroclub de Lleida, que mantenía actividades aeronáuticas en la zona. En 2015, tras un largo proceso judicial, el Tribunal Supremo reconoció el valor ambiental del enclave, dictaminando su protección y señalando la incompatibilidad entre el uso aéreo y la conservación del ecosistema. Desde entonces, el Tomillar de Alfés se considera la zona esteparia más extensa de Cataluña, catalogada como ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) y como espacio natural protegido.

La elección del tomillo (Thymus vulgaris) como elemento central de la obra responde tanto a su presencia emblemática en el paisaje de Alfés como a su carga simbólica. El tomillo encarna la resiliencia ecológica y cultural de un territorio atravesado por la violencia de la expropiación, la tecnificación y la lucha por la preservación. A través de la sonificación de sus procesos vitales, la instalación plantea una lectura crítica del territorio, en la que la memoria de los conflictos humanos se entrelaza con la persistencia silenciosa de la vida vegetal.

Escuchar lo no humano

La instalación propone una práctica de escucha que trasciende lo antropocéntrico. Thymus vulgaris no se limita a representar la naturaleza, sino que establece una mediación sensorial y tecnológica que permite a las plantas “emitir” su propia actividad bioeléctrica en forma de sonido. Esta transducción —el paso de una señal biológica a una señal sonora— no pretende imitar un lenguaje vegetal, sino abrir un campo de experiencia donde el oyente pueda percibir la vitalidad de lo no humano.

La bioconductividad del tomillo, modulada por factores ambientales como la luz, la humedad o el contacto, se convierte en fuente de datos que el sistema traduce en tiempo real. La escucha, en este contexto, se convierte en un acto de atención expandida, una práctica ética de coexistencia inter-especies. El visitante, al intervenir en la instalación, altera los flujos eléctricos de la planta y participa así en una conversación que no tiene palabras, pero sí afectos, intensidades y ritmos.

Desde una perspectiva filosófica, Thymus vulgaris se inscribe en las discusiones contemporáneas sobre la ecología relacional y la agencia de lo vegetal, aproximándose a las ideas de pensadores como Donna Haraway, quienes proponen reconsiderar la posición del ser humano dentro de una red de relaciones multiespecies. La obra utiliza la tecnología no como mediación de control, sino como herramienta de traducción sensible, capaz de visibilizar (y audibilizar) los vínculos que nos unen a lo vivo.

 

El dispositivo técnico de la instalación se compone de una placa Arduino que procesa los datos eléctricos obtenidos por los sensores situados sobre las plantas transformando los impulsos bioeléctricos en notas MIDI (Musical Instrument Digital Interface) que son enviadas a un sintetizador Behringer Deepmind 12D. Este sintetizador convierte los datos en un espectro de notas musicales, generando un flujo sonoro orgánico, en continua mutación, que transforma el paisaje sonoro del espacio expositivo. Los sonidos que se escuchan no están compuestos de antemano, sino que emergen directamente de la interacción entre la planta, el entorno y el visitante. Las señales también son enviadas hacia un osciloscopio, que visualiza en su pantalla la forma de onda producida por las plantas. De este modo, el público puede observar la materialización visual del sonido, una huella visual del proceso vital del tomillo.

Interactividad y performatividad del paisaje

El visitante desempeña un papel esencial en el funcionamiento de la obra. Su proximidad, su tacto y su movimiento alteran los parámetros lumínicos y eléctricos del espacio, activando nuevas configuraciones sonoras. Cada gesto produce una variación en el flujo de datos biológicos, que se traduce en una alteración de la textura sonora general. Así, la instalación se comporta como un ecosistema performativo, donde el público actúa sin dominar, participa sin controlar.

El acto de tocar la planta —un gesto simple, casi ritual— adquiere una dimensión política y poética: escuchar el territorio implica también asumir la responsabilidad de intervenir en él. La experiencia sensorial se transforma en un ejercicio de conciencia ecológica, en el que la tecnología deja de ser un medio extractivo para convertirse en un instrumento de relación y de escucha. En este sentido, Thymus vulgaris no busca una representación naturalista del paisaje, sino la construcción de un paisaje relacional: una constelación de sonidos, datos y presencias donde los límites entre lo humano y lo no humano se desdibujan.


​La obra original fue producida para la muestra colectiva Imaginarios Multiespecies #tierras de Lleida (2023), en el centro de Arte la Panera de Lleida, comisariada por su director Christian Alonso.

La obra se ha mostrado en los siguientes espacios:

Museum of Contemporary Art Skopje (2025), Comisariada por Rick Dolphinj.

El Jardí Digital Tarragona (2025).

Sonar+D Barcelona (2024), Comisariada por Antonia Folguera.

In-Sonora Madrid (2024). Comisariada por Maite Camacho.

Centro de arte la Panera Lleida (2023). Comisariada por Christian Alonso.

bottom of page