
Museo Trepat, Tàrrega. Festival Internacional Embarrat.

Museo Trepat, Tàrrega. Festival Internacional Embarrat.

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Cuando el germen sueña con la diáspora (2023).
Cuando el germen sueña con la diáspora es un proyecto que entrelaza poesía, biología y tecnología para articular una reflexión sobre la memoria, la palabra y la vida en expansión. La obra se desarrolla como un acto performativo sostenido en el tiempo, un ritual que comienza en el gesto de la voz y continúa a través del crecimiento vegetal, en un proceso de transformación constante. Desde su origen, la pieza tiene como motor un acto litúrgico en el que la poeta Cleofé Campuzano recita versos a un conjunto de semillas. Este primer momento, documentado en vídeo, constituye el núcleo generativo de la obra: un ejercicio de transmisión simbólica donde la palabra poética se inscribe sobre la materia viva. Las semillas, dispuestas sobre la membrana de un altavoz, reciben las vibraciones de la voz a través del sonido amplificado, como si el lenguaje humano pudiera imprimirse en su interior mediante la resonancia. La escena adquiere un carácter ritual: una invocación que otorga a la semilla una memoria acústica, un germen que sueña con desplazarse, germinar, transformarse.
La palabra como acto germinativo
En Cuando el germen sueña con la diáspora, la palabra no es solo un vehículo semántico, sino una energía vibratoria y material. La voz de la poeta actúa como principio vital, activando el tránsito entre el lenguaje y la biología. En el contacto entre sonido y semilla, la obra plantea la posibilidad de que la palabra pueda dejar huella más allá del cuerpo humano, de que el lenguaje poético se convierta en un agente físico de transformación. Este acto inaugural —la recitación dirigida a las semillas— constituye una performance de transferencia: una ofrenda en la que el texto se incrusta en la materia como código vibratorio. La voz deja de ser discurso para devenir resonancia, ritmo, frecuencia. De esta manera, el germen se convierte en archivo viviente de la palabra, portador de una memoria que no es lingüística, sino energética.
El vídeo que documenta la acción inicial no funciona solo como registro, sino como prolongación del gesto. A través de la proyección o el sonido reproducido en el espacio expositivo, la voz de Campuzano sigue resonando en el entorno, manteniendo viva la liturgia poética durante todo el proceso de la obra.
De la semilla al brote: biotecnología y devenir vegetal Tras la recitación, las semillas son sembradas. De ellas surgen brotes de diferentes plantas, que crecen y se desarrollan dentro del espacio museístico. Estas plantas, expuestas al público, están conectadas a una placa de programación Arduino que registra su bioconductividad en tiempo real.
La instalación traduce las variaciones eléctricas de las plantas —producto de sus procesos vitales y de los estímulos del entorno— en datos MIDI que se visualizan en una pantalla como una partitura dinámica. Este sistema transforma la actividad biológica en un flujo de información sonora y visual, permitiendo observar la respuesta del organismo vegetal ante el entorno y la interacción humana. El resultado es un dispositivo híbrido en el que lo biológico y lo tecnológico coexisten, generando un espacio de mediación sensorial. Las plantas no son meros objetos de observación, sino agentes activos dentro del sistema, productoras de señales, ritmos y formas. La tecnología, en este contexto, no traduce la naturaleza, sino que amplifica su agencia, permitiendo que su presencia sea audible, visible y compartida.
La voz de la poeta, contenida en el vídeo que acompaña la instalación, continúa sonando incluso en los momentos de ausencia del público. De esta manera, el ritual se prolonga indefinidamente: el poema sigue pronunciándose sobre las plantas, reactivando el vínculo entre lenguaje y crecimiento. La obra funciona así como un sistema de resonancia continua, donde la energía poética y la energía vital se retroalimentan. La semilla, convertida ya en planta, responde a las vibraciones sonoras; la tecnología traduce su respuesta en datos; y el público, al observar y participar, completa el circuito simbólico de la obra. El micrófono permanece encendido, disponible para nuevas voces. En determinadas activaciones performativas, tanto la poeta como los visitantes son invitados a intervenir verbalmente, recitando o pronunciando textos al micrófono. Estas nuevas voces se incorporan al sistema como impulsos eléctricos que modifican la bioconductividad de la planta, alterando los datos y, con ello, la partitura visual. El acto de hablar se convierte, una vez más, en acto de siembra: cada palabra transforma la conducta de la planta y reescribe el espacio sonoro de la obra.
El título de la obra introduce una noción fundamental: la diáspora como metáfora del desplazamiento y la dispersión de la vida. La semilla encarna la posibilidad del viaje, de la multiplicación y la supervivencia a través de la distancia. Pero también evoca la memoria de los cuerpos desplazados, de las migraciones y las pérdidas que atraviesan la historia humana y natural. En este sentido, Cuando el germen sueña con la diáspora puede leerse como una alegoría de la transmisión y la continuidad, donde la palabra poética se expande más allá de su origen, buscando nuevos territorios donde enraizar. La diáspora no es solo geográfica, sino también simbólica: la voz se disemina en las ondas sonoras, en los circuitos eléctricos, en los tejidos de las plantas, generando un linaje de resonancias que atraviesa materia y tiempo. El germen —esa potencia mínima de vida contenida en la semilla— sueña con la diáspora porque su destino es multiplicarse, salir de sí, devenir otro. En el contexto de la obra, este gesto se traduce en un ciclo de comunicación entre especies, donde el lenguaje humano se desplaza hacia el terreno de lo vegetal, y lo vegetal devuelve su respuesta en forma de vibración, de dato, de música.
La instalación plantea un ecosistema performativo donde cuerpo, voz y máquina se entrelazan. El micrófono, el altavoz, la placa Arduino y el sintetizador son prótesis que amplifican las relaciones entre lo humano y lo no humano. La tecnología, lejos de neutralizar la experiencia poética, la reconfigura: hace posible una escucha de lo imperceptible, una lectura del pulso vital a través del código digital. Este cruce entre arte, ciencia y espiritualidad se sitúa en la línea de las prácticas que exploran la materialidad del lenguaje y la inteligencia de lo vivo, cuestionando los límites de la comunicación. La obra convierte la bioconductividad de la planta en una partitura visual y sonora, haciendo visible una forma de escritura no verbal, un texto biológico que responde a la presencia humana.
El proyecto siempre se materializa con plantas autòctonas del lugar donde se realiza la acción que estan en peligro de extinción o que han sufrido un proceso de amenaza por la presión antropica sobre sus ecosistemas. Las acciones se han realizado con Girasoles silvestres en Tàrrega, con el arbol del Acebo en el País Vasco y el Eucalipto en Portugal.