Límites de Chandrasekar
El límite de Chandrasekhar (denominado así en honor al matemático Subrahmanyan Chandrasekhar) es la masa máxima posible que puede conseguir una estrella enana blanca. Cuando esta estrella agota todo su combustible nuclear, la gravedad empieza a colapsarla. Si tiene una masa inferior al límite de Chandrasekhar, llegará a un punto en que la presión de degeneración conseguirá parar el colapso gravitatorio y la estrella se transformará en enana blanca. Si, en cambio, tiene una demasiada superior a 1,44 masas solares, entonces la gravedad superará la presión de degeneración y no evitará que continúe colapsándose. Entonces, en lugar de una enana blanca, estallará y acabará como una estrella de neutrones, un agujero negro o (hipotéticamente) como una estrella de quarks.
Esta obra aborda los límites de la formación del universo a través de la ciencia y los mitos de la creación hindú. La obra profundiza en la concepción del límite de Chandrasekhar que augura que la masa estelar de una enana blanca puede desencadenar una singularidad. La obra generada a partir del sonido obtenido por el radiotelescopio KOBE, muestra la visualización del sonido del fondo de radiación de microondas, dentro de una (bañera acústica que contiene un fluido) que genera un patrón visual sobre la superficie de un fluido que se hace visible mediante la luz.
La radiación de fondo de microondas es una predicción del modelo del Big Bang que postula que el universo primigenio era un plasma compuesto de electrones, fotones, protones y neutrones. Es decir, podemos determinar que el interior de un agujero negro y el origen del big bang tienen las mismas condiciones. Por lo tanto a través del límite de Chandrasekhar podemos abordar esta idea de la formación del universo desde la perspectiva científica a partir de la relación entre lo que nos dice la ciencia y la tradición oral de los mitos de la creación Hindú.
“El ser supremo en forma de agua, fue reuniendo y almacenando dentro de sí una energía incandescente. Su fuerza sin límites dio a luz una vez más al universo. Él, que es lo universal, hizo visible la forma del universo en sus cinco elementos, Éter, Aire, Fuego, Agua y Tierra. La calma reinó sobre el océano insondable y sutil. Vishnu tras adentrarse en el agua, la agitó de forma cautelosa. Se propagaron las ondas. Al sucederse unas con otras, se formó entre ellas una minúscula depresión. Este vacío es el Éter, invisible e intangible, el más sutil de los cinco elementos y portador de la cualidad sensorial invisible e intangible del sonido. Resonó el espacio y del sonido surgió el segundo elemento, el Aire en forma de viento”.
(Zimmer, 1995, 58)