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La expansión del Universo es un tema que hace décadas inquietaba Alvy durante su infancia, el protagonista de la célebre película Annie Hall de Woody Allen. Esta expansión, que también es el origen de un Universo que trae inscrito la historia del cosmos, es uno de los grandes temas de la astrofísica. De hecho, en nuestra relación con aquello que concierne el Universo, parece que la ciencia sea la única herramienta de aproximación válida para un espacio que, a carencia de fronteras precisas, es el único territorio delimitado por una temporalidad holística. Y por la hegemonía del discurso científico como único relato posible a la hora de producir conocimiento en torno a aquello desconocido.

Este Universo que se expande es también un Universo que suena. Si bien durante años fue considerado un lugar silencioso debido al impedimento para la transmisión de las olas sonoras debido al vacío, actualmente la dimensión acústica del Universo es un hecho y una conjetura. Es más, hay casos particulares en que el sonido saca protagonismo a la imagen a la hora de conocer empíricamente algunos cuerpos del Universo. Los agujeros negros son un ejemplo paradigmático, puesto que solo pueden ser percibidos gracias a un radiotelescopio.

En relación con esta hegemonía de la imagen dentro de nuestra cultura, el 1968 surge la cimàtica, cuando Hans Jenny le otorga un nombre a la representación de las olas de sonido sobre la materia. Fuera del ámbito estrictamente científico o de la cultura occidental, esta actitud representacional ya existía antes de la misma cimàtica. Desde Leonardo da Vinci hasta los mandalas asiáticos, la voluntad de visualizar una cosa tan efímera y abstracta cómo es el sonido tendría que esperar al desarrollo tecnológico para conseguir una traducción visual científica. Y, consiguientemente, concederle legitimidad.

Si bien numerosas prácticas artísticas contemporáneas se han dedicado a desmontar el mito de la objetividad científica, también es cierto que otras muchas han optado para prolongar la fascinación que rodea el discurso científico. Generalmente, priorizando una actitud estética en torno a la tecnología. Con Geometrías del cosmos, Ferran Lega colocaría el arte en relación con la ciencia en una posición intermedia. Asumiendo las tesis del discurso científico a partir de la cimàtica, esta instalación propone una interpretación estética en que el arte no aparece simplemente como contexto de acogida. Geometrías del cosmos es un ensayo para una interpretación visual del sonido alejada de la centralidad de la imagen. Una representación que no repite parámetros bidimensionales, sino que construye un dispositivo especial acústico en que el Universo, igual que el cubo blanco, rechaza el estigma del silencio que pesa sobre él.

Geometrías del cosmos es, además, un proyecto que demuestra la efectividad investigadora desde el campo del arte. Parte de la tesis doctoral del mismo Lega, que, como el científico, es capaz de desarrollar un trabajo teórico consistente vinculado al régimen de conocimiento académico. Ahora bien, a diferencia del científico, el artista se puede permitir ir más allá y tantear una nueva arquitectura para el conocimiento desde la experiencia estética. En este caso, la conversión de la sala de exposiciones en un auditorio de pulsares intermitentes.

Sonia Fernández P. (catálogo Fuga, Variaciones sobre una exposición).

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